viernes, 9 de noviembre de 2012

EL DE LOS RELOJES (Saiz de Marco)

Pensabas asistir a un coloquio sobre cooperación internacional cuando de pronto te encontraste oyendo una conferencia sobre el tiempo. No el de los barómetros: el de los relojes. Se ve que te confundiste de sala. Y una vez allí te dio apuro levantarte.

Era un físico, al parecer eminente, quien hablaba. Como habías llevado folios para tomar notas, apuntaste algunas frases. Como éstas:

El tiempo es el modo como percibimos el aumento de entropía o desorden termodinámico subsiguiente a la expansión del universo. La dirección del tiempo en que el desorden aumenta es la misma en que el universo se expande”.

Así lo dijo, textualmente.

O sea: que según eso el tiempo es una alucinación, una entelequia sin base objetiva. Un espejismo producido por la expansión del cosmos. Se supone entonces que, en puridad, nada ha pasado. No ha habido guerras, campos de concentración ni genocidios. Tampoco sufrimiento, piedad ni decencia. A nivel cósmico todo es una engañifa. No es que la historia sea mentira, es que no hay historia. Algo así como el sueño o las ilusiones ópticas: cosas irreales que percibimos. (Y oye, para ser ficción ¡podría al menos tener gracia…!)

No lo comprendes, pero tampoco sabes cómo funcionan muchas cosas (máquinas, ordenadores…), y no por eso los cuestionas. De modo que, si siempre es nunca, no vale la pena preocuparse por nada.

Visto así, es tranquilizador que el tiempo no exista: que no haya un antes ni un después. Lástima no haberte enterado... antes.

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