martes, 20 de noviembre de 2012

MÁS CINE, POR FAVOR (Saiz de Marco)


Primero fue la fotografía, que reproducía imágenes estáticas. Después el cinematógrafo, que las mostraba en movimiento. Luego vino el estereoscopio (cine “en tres dimensiones” –ó 3D-, lo llamaron también), que creaba una sensación aparente de profundidad. Más tarde llegó el cine en verdadero relieve: si en la pantalla aparecía una cordillera, el espectador podía escalar sus cumbres; si salía un río, era posible bañarse en sus aguas; si se veía un bosque, se podía caminar entre sus árboles…

Al principio la gente iba al relievógrafo (“cine en cinco sentidos” -ó 5S-, se le llamó popularmente) para pasar el día en la playa (era más barato que viajar a la costa), para ir de excursión al campo sin salir de la ciudad, o para esquiar sin desplazarse a la montaña. Simplemente se metía uno en la pantalla y ya estaba en la playa, en el campo o en la estación de esquí.

Pero actualmente apenas se exhiben imágenes grabadas. Lo que ahora se proyecta son representaciones ficticias, mundos imaginarios creados por cada uno. Cualquiera puede diseñar, por ordenador, su propio mundo (su propia película), proyectarlo después en el relievógrafo y zambullirse en él.

Por supuesto, los mundos que la gente crea son mejores que el real. Son mundos sin lucha, sin depredación, sin competencia, sin miedo…

A fin de cuentas, ¡es tan fácil concebir un mundo mejor que éste!

Desde que se inventó el “cine en 5S”, casi nadie quiere salir de la pantalla. Casi nadie quiere dejar su mundo de ficción. Casi nadie quiere salir de su película, de su realidad imaginaria, para regresar al mundo extraficticio. Casi nadie desea volver a la realidad real.

Y el mundo real se está deshabitando. La realidad, poco a poco, se va quedando sola.

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