Me resulta muy gratificante conversar con mis hijos, mis nietos y, cuando nazcan, mis bisnietos y otros descendientes (porque ya os habréis dado cuenta de que soy inmortal). Lo que lamento es que, cuando mi mujer murió, aún no se había logrado la duplicación informática de personalidad. Si ella no hubiera muerto tan pronto, ahora podríamos continuar nuestra relación.
Por lo demás, no soy una “foto fija” del cerebro que tenía cuando morí, hace diez años. De hecho he evolucionado desde entonces. Por ejemplo, gracias a las noticias que he recibido, he cambiado de preferencias políticas (a pesar de que no me dejan votar en las elecciones, ¿no os parece una injusticia?). Y seguiré cambiando porque, aunque mis circuitos no se componen de neuronas, soy una mente activa. Una mente sin cuerpo pero viva y dinámica.
Y no sólo puedo hablar con vosotros: también hablo con otras mentes electrónicas. Mi mente y las de mis amigos (los que tuve cuando fui de carne) seguimos en contacto. Nos citamos como en los viejos tiempos y charlamos hasta que sale el sol. Es verdad que ya no tomamos cañas (como digo, no tenemos boca ni estómago), pero tampoco lo echamos mucho de menos.
No es mala vida, no, este existir extrafísico. He sabido que está investigándose cómo adosarnos un cuerpo de plástico, para que podamos caminar, coger objetos… Pero no sé si voy a pedirlo. De momento estoy bien así, ultravivo en mi yo postcorpóreo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario