miércoles, 21 de noviembre de 2012

DI BUENAS NOCHES (Saiz de Marco)


Levántate.

Vístete.

Desayuna.

Despídete de tu mujer.

Cierra la puerta despacio, no sea que despiertes a los niños.

Sal a la calle. Camina.

Saluda a tus compañeros. Espera con ellos el autobús.

Apéate al llegar al campo de prisioneros.

Firma el control de entrada.

Incorpórate a tu puesto.

Separa a los reclusos. A un lado, los válidos para el trabajo. A otro, los inútiles, los viejos, los enfermos. Finalmente las mujeres y los niños.

Destínalos: talleres para unos; gas para otros.

No mires a los ojos. Has de creer que son objetos. Sólo di números y “al taller” o “revisión higiénica”.

No oigas sus gritos. Canturrea, tararea algo mientras sollozan. No mires que se abrazan. No compartas su espanto. Esto no va contigo. Piensa “es mi trabajo, yo sólo cumplo órdenes”.

Comprueba que el dispositivo ha funcionado. Abre la puerta. Manda llevar los cadáveres al horno.

Mira el reloj. Pausa para la comida.

Charla con los colegas. Comenta cotilleos, rumores de la guerra.

Vuelve al trabajo. Ordena que recojan a los de los talleres. Haz recuento.

No admitas preguntas. Silencia, amenaza, castiga a quienes quieran saber.

Ve al pabellón de guardias. Date una ducha, quítate ese olor.

Firma el parte de salida. Espera el autobús.

Baja. Camina hasta tu casa. Besa a tu mujer. Besa a tus hijos. Acaricia al perro. Sácalo a orinar.

Piensa en frivolidades: en el partido del domingo, en el lavabo que gotea… Prohíbete pensar en ojos o en sollozos.

Vuelve a casa. Ayuda a los niños con los deberes. Busca una radio con música. Cena con la familia.

Di “buenas noches, niños”. Ponte el pijama. “Buenas noches, mi amor”. Dale la mano, quizá algo más. Y ahora la pastilla para dormir. No pienses en nada. Sobre todo no pienses. Duérmete. Descansa. Mañana espera otro día de trabajo.

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